Natalia
Los Metistas aún no lo sabían, pero Natalia iba a limpiar las huellas de Lamiere. Era una tarde lluviosa, el sonido de los tacones de plástico y las gotas de lluvia que se deslizaban por el suelo desplazaban y acompañaban el caminar, rítmico, constante, sin perder la coordinación en ningún momento. La mujer que los portaba transmitía seguridad, firmeza, ímpetu. Como si ello fuera una manera de luchar contra el reloj, contra la urgencia y el misterio de la tarea que estaba por realizar. El paraguas la protegía, una gabardina amarilla terminaba de recoger las pocas gotas rebeldes que, si lograban su cometido de acariciar a la mujer en su urgente caminar, no fueron más de doscientos metros lo que separaba el punto A de su caminar del punto B.
Todo
era complicado para ella ahora, el caso se volvía más peliagudo esos hombres
tenían la ventaja, iba en desventaja, pero no era la primera vez. Ya en el
pasado había logrado meterse en las narices de los Metistas y salir impoluta,
pero este caso parecía distinto a cualquier otro. Su tarea consistía en borrar
todas las huellas antes de que pudieran encontrar lo suficiente como para
iniciar un proceso judicial ante el tribunal de los Metistas en la Pirámide.
Aparte no tardarían en llegar sus excolegas Estatales. Siempre había sido una
profesional y si era lo suficientemente audaz se quedaría con el TVR del sujeto
a limpiar. Desde niña adoraba los coches de combustión de la era antes de la
Pirámide, esa reliquia valía más que todo el dinero que podría juntar desde que
era profesional. Ya se imaginaba arreglándolo, llenándose de grasa sus manos,
cambiando eso que llamaban bujías, la idea la excitaba, pero tuvo que respirar
profundamente para que su mente volviera al presente.
Antes
de acudir a la casa, su "contacto" le había resumido lo más rápido
posible que había sucedido, iba a contratiempo. La historia no era tan común,
era raro que hubiera romances entre personas de distintas responsabilidades
dentro de la Pirámide, ideas de amor romántico como en la antigüedad no eran
proliferantes, ya no se escribían novelas o se hacían relatos visuales de ese
estilo; era algo de lo que se hablaba en estudios de sociología y psicología.
Generalmente las relaciones se daban por pactos, afiliaciones, intereses,
asuntos que competen a la razón o la posición social. Así, sus padres
pertenecían de hecho a estratos sociales parecidos, unidos por los intereses
comerciales de los padres de estos, así esperaba ella conocer a su marido. El
caso que tenía entre manos, en cierta parte la repudiaba, para ella hubiera
tenido más sentido que hubiera buscado un ascenso con esa situación, pero no,
el señor Lamiere Triboli en cuestión, el dueño del TVR, había decidió terminar
con la vida de la señorita Golan, de una manera bastante cruel la verdad. Pobre
mujer pensó.
Antes
de entrar revisó la información que su “contacto” le había transferido y que
aún no había revisado por lo urgente del caso, En ella pudo ver una foto
digital de la señorita Golan. No la conocía mucho, más allá de su ámbito de
trabajo. Había estado involucrada en la llegada de naves militares más allá de
Marte por primera vez, en el ámbito militar había desarrollado las minas
inteligentes, que eran capaces de detectar a los blancos por sí solas, una vez
eran cargados los datos en una nube virtual. Le parecía irónico, que alguien a
quien su padre habían matado los Metistas por intentar cambiar las cosas, ahora
hubiera trabajado para acabar con gente como su padre. Quizás Golan como ella,
también aprendió a sobrevivir traicionando lo que alguna vez creyó justo. Y buscó
hacer una redención a su familia o borrar con su historial impecable lo que su
padre hizo. Sin embargo, no estaba tan alejado de lo que ella misma había
estado intentando hacer. El trabajo sucio como el de ella, no se conseguía a
través de una entrevista de holograma como cualquier trabajo normal de lunes a
viernes. No, a ella la habían buscado en los barrios bajos de la ciudad, la
habían sacado de allí cuando ya dominaba su barrio y empezaba a mirar a otros
rumbos. La persona que ahora guarda en su comunicador como "contacto"
fue su maestro. Primero la enseñó a separar el pasado del futuro, luego a ser
más lista que la ley y finalmente a ser más independiente. Quizás era más fría
de lo que le gustaría, pero era buena en su trabajo.
Al
entrar en la casa, el reproductor de música digital, tal como estaba
programado, empezó a reproducir la pista que tocaba ese día en ese momento si
hubiera entrado el señor Lamiere, desde los megáfonos se podía escuchar una
canción de otra época que ejemplificaba la música de otra tiempo, “Crystaline”
de The Midnight sonaba. Era particularmente una buena metáfora de la situación,
no le incomodó el ruido de la música, no perturbaba sus pensamientos y
acciones. La casa ya de por si grande, de un solo piso, con piscina, jardín,
varios cuartos, cocina amplia, llena de las novedades más recientes del mercado
en comodidad al mismo tiempo que coexistían aparatos tan antiguos como una
radio.
Esa
casa era un perfecto museo de la evolución de la sociedad desde que estaba la
Pirámide, las escrituras lo comunicaban bien claro, todo avance requiere
sangre. Siempre tan meticulosa dispuso a los drones limpiadores para que se
encargaran de todo, huellas, escritos, elementos electrónicos manipulables con
información. En unos 15 minutos habría acabado, se quedó de pie junto a la ventana
del comedor, desde donde se divisaba la entrada, con el TVR aparcado y sólo
esperó. Como a Tayn, el criado fiel, lo
tenían retenido en la comisaria de los Estatales tenía este hueco para limpiar
lo que Lamiere hubiera dejado de rastro que le hiciera fácil de cazar. Pensaba
de nuevo en el estilo decorativo de la casa, a su gusto, no hubiera decorado o
usado el espacio de esa manera, eso pensaba mientras observaba en la pantalla
de su muñeca el trabajo de los drones, detalle a detalle iban dejando todo sin
huellas, sin pruebas
Su
"contacto" la había encargado directamente este caso, tenía que
parecer que Lamiere había escapado con su TVR al otro lado del Atlántico y por
eso esas propiedades debían de ser vendidas rápidamente, el libro también debía
desaparecer, el señor Triboli se lo habría llevado consigo, pero no sería el
caso. Los drones se escuchaban de fondo haciendo su trabajo, se dejó llevar por
la melodía que inundó por unos segundos sus pensamientos mientras cerraba los
ojos y respiraba profundamente.
La
lluvia caía cada vez con menos fuerza, las gotas que se resbalaban por la
ventana eran cada vez menores, el parte del tiempo de su inteligencia
artificial propia le sugería que en 9 minutos estaría completamente detenida la
lluvia. Cuando la canción acabó de sonar, continuó la pista siguiente, en este
caso sonó “Kickstart My Heart” de Motley Crue, abrió los ojos, que había
cerrado durante unos segundos mientras se conectaba a la nube, se dirigió de
nuevo a la entrada de la casa, recogió a los drones que se habían posado en la
puerta principal esperando tras haber finalizado su labor, pero de camino justo
uno le había notificado la existencia de un libro físico, era el libro que le
habían mencionado ¿un libro? eso era incluso más extraño que lo del coche,
estaba tremendamente encantada con el caso. Algo anormal desde luego. Sus
tacones amarillos de plástico cambiaron su rumbo para dirigirse al cuarto de
Lamiere, en la parte trasera de la casa. Allí estaba, dominando la estancia,
protegido por unos cristales, como se hacía en los museos antiguamente. Un
libro de una tapa marrón, con las páginas amarillentas del paso del tiempo, de
un grosor bastante amplio. Uno de los drones lo analizó a través de un pulso,
tenía huellas dactilares, pero sólo del sujeto de estudio recientes, también
poseía huellas de personas que compartían rasgos genéticos con el sujeto, pero
de hace mucho tiempo, la pantalla solo ponía "Lamiere family". No
había símbolos en ninguna de las caras del libro, sólo su color marrón y el
título de “Funcionamiento de la Pirámide”. Era un documento no registrado desde
luego, no aparecía en los archivos de datos de la nube de los drones. Sin
embargo, casi no aparentaba desgaste, a pesar de contar con más de un siglo
bajo sus páginas. El bordado de la familia Lamiere en el libro estaba hecho a
mano, algo único y raro, era bonito a sus ojos. Quizás ese hallazgo era mucho
mejor de todo su trabajo hasta ese momento. Se quedó frente al libro durante
unos segundos contemplándolo, iba bien de tiempo y podía darse ese lujo, nunca
en su vida había visto un libro real, menos aún uno que ni siquiera aparece en
la nube de datos. La familia Lamiere era una familia acomodada y bastante rica,
pero no formaba parte de los Metistas, lo cual generaba aún más preguntas de
por que poseían ese libro. Natalia se encontraba tremendamente excitada por el
hallazgo, una sonrisa se le escapó, sonrió por primera vez en el día.
Mandó
una captura digital del momento a su "contacto" con la nota de libro
desconocido, me lo llevo. Luego se dio cuenta de que el cristal que
rodeaba al libro y a la estructura donde este reposaba tenía un código de
seguridad. Manejando el dron con su muñeca digital lo analizó y tras hacer una
serie de combinaciones halló la clave, Revisó por última vez, el código de
seguridad para acceder al libro y se dispuso a desactivarlo de una manera
rápida y eficiente. No la llevó más de 2 min, era un sistema fiable pero
convencional, no era rival para ella, ex militar de las fuerzas especiales de
los Estatales. Ese libro, el segundo que veía en su vida, en el mercado negro
valdría más que el TVR, que de por sí ya valía una fortuna. A pesar de la
curiosidad que la recorría para leer alguno de los pasajes se preguntó ¿Cuántos
secretos como este había destruido ya sin saberlo? ¿Por qué lo guardaban ellos?
¿Qué secretos esconde? ¿Qué harían los Metistas con este libro? Tuvo que mover
la cabeza de lado a lado rápidamente para concentrarse de nuevo, eran
demasiadas preguntas sin respuesta en ese momento.
Con un
chip hizo que el libro encogiera hacia un tamaño más adecuado para ser
transportado y salió del cuarto. Los Estatales no tardarían mucho más en llegar
y tras ellos Tayn. Era hora de recoger y limpiar su rastro. Ahora tenía un
interés mayor que ese viejo coche de combustión, era ese libro. Un libro en
esos tiempos, que irónico. Pero no era la primera vez que se encontraba con
uno. En su infancia nunca había visto libros, de hecho, su primera noción de
uno fue durante la preparación de una misión con las fuerzas especiales de los
Estatales, donde una secta religiosa adoraba a un libro que decían tener
poderes mágicos y tuvo que eliminarlos, a todos, quemando el libro
posteriormente, fue la primera misión donde mataba a gente que parecía
inocente. Quitando ese hecho aislado no podía acceder a más recuerdos con la
palabra libro en su memoria que guardaba en la nube. Los libros habían
desaparecido siglos atrás, cuando la Pirámide tomó el control, con la nube
todos podían conectarse al conocimiento que los Metistas pensaban que era
suficiente para la sociedad, los libros fueron quemados o destrozados para
crear otras cosas. La tecnología había avanzado tanto que un libro parecía un
cacharro que era muy ineficiente en su propia labor.
Al
igual que había realizado con el libro, realizó el mismo proceso con los
drones, los encogió con un chip a un tamaño muy cómodo para su transporte, tal
como los había traído. Imperceptible para Natalia una señal digital se mandó
desde la base donde había descansado el libro a otro lugar. Sus tacones
amarillos salieron de aquella casa felizmente habitada en su momento, soltó una
bomba quita olores para evitar que su olor quedara en aquel lugar, una bomba
silenciosa, que se convertía luego en una mancha del elemento más común en la
casa para pasar desapercibida, y así todo rastro de Natalia desaparecía de la
escena.
Fue al
garaje, donde descansaba el TVR, esa bella máquina de hace un par de siglos
atrás. Lo que más adoraba sobre los autos era que antes las personas gastaban
mucho dinero en ellos, y que había mucha cultura hacía ellos, casi los trataban
como a personas. Estéticamente era bonito, era una rara avis, pues nunca había
visto uno así. El coche descansaba como si apenas fuera nuevo, estaba
tremendamente cuidado, con los asientos hechos de un cuero de color crema,
mantenían su fuerte olor, justamente lo que más adoraba de ese coche el dueño,
su tacto al volante y sentirse en el tiempo de sus Tatarabuelos. Tomó las
llaves de la mesa que había del lado izquierdo del garaje junto a otros
elementos de limpieza y trapos. Miró durante unos segundos la llave, se le hizo
gracioso que un objeto tan grande como el vehículo necesitara de un elemento
tan random para arrancar. La mujer de rasgos de tez morena, delgada, con
flequillo abierto en la frente, pero pelo que le caía en los hombros y de
gabardina con IA pero que se adaptaba a los colores de los elementos con los
que se iba encontrando, en este caso cambió del amarillo de sus tacones al
crema de los asientos cuando se sentó. Sus delgadas y musculosas piernas cubiertas
por la tela digital que generaba un pantalón lograron entrar sin problema, a
pesar de las dimensiones del auto en el habitáculo. Una vez dentro se permitió
sentir el confort de los asientos, el coche olía a haber sido limpiado hace
poco, estaba repleto de botones, manecillas y paneles, se conectó a la nube en
busca de alguna guía para encender el auto, aunque intuía que se haría con la
llave y la tendría que introducir en alguna ranura a la vista donde encajara,
podría haber algún elemento que se le escapara. A pesar de todo eso, no hubo
suerte, no había información, aunque tenia sentido, se decepcionó. Un escáner
de la IA de su gabardina le señalizó la ranura adecuada. Introdujo la llave con prisa, excitada por el
momento en la ranura, la giró y el sonido del motor le dio la bienvenida, rugió
con el pisotón suave del acelerador que la mujer ejerció. Recordó aquella
misión de la Virtual Reality 2040 cuando era adolescente que le regaló su
"contacto" que iba de conducir, aunque en ese caso eran coches
voladores, sin ruedas, ni pistones, todo eléctrico. No debía ser muy distinto
pensó para sí misma Natalia antes de avanzar.
Con un
botón de su muñeca digital abrió la puerta del garaje completamente, sacó un
mini dron a ver si había moros en la costa, al comprobar que todo estaba
despejado, aceleró suavemente la máquina de otro tiempo, salió con calma, giró
a la izquierda al salir de la propiedad y aunque los caminos ya no estaban
pensados para estos vehículos, se sentía ligero y poderoso. Empezaba la mejor
parte de su trabajo. Conectó su muñeca digital al dispositivo digital del auto,
puso su música, iba montada sobre un sueño y guardando un secreto capaz de cambiar todo, el viento la despidió.
Atrás
quedaba la que fue una vez la casa de Lamiere Triboli, que ahora huía y estaba
a varios cientos de kilómetros de ese lugar. Tayn, el criado fiel estaba
volviendo escoltado por otros Estatales tras su interrogatorio, no sabía que fatalidad
le aguardaba bajo la piedad de su siguiente dueño, pues sabía que su destino
sería el mercado. Sushima y Ventour aún no habían sido informados del caso. La
señita Golan hacía varios días que estaba muerta.
“La
Pirámide era generosa pero cruel con sus pobladores, las leyes estaban puestas
tras un largo tiempo de pruebas, eran sabias en todos los casos, la justicia
era ciega e igual, aunque no lo parecía. Los Metistas gobernaban.” Primer
artículo del libro.
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