Lamiere

 Y ahí estaba Lamiere Triboli, observando el cuerpo desnudo y sin vida de la señorita Golan, la mujer que había sido su amante hasta ese mismo momento. El cuerpo aún caliente hipnotizaba a Lamiere, a pesar de yacer sin vida no perdía su atractivo original, comprendió que, al matarla, también había matado la versión de sí mismo que creía intocable. Esa escena le generaba una satisfacción al mismo tiempo que sentía asco, una contradicción que no terminaba de entender. Su pene erecto pero el escalofrío del horror convivían en su cuerpo al mismo tiempo.

Matar era una sensación extraña. Matar condenaba ahora que debía abandonar todo aquello en lo que creía. Matar exigía que debía renunciar lo que había construido y que perseguía; implicaba salirse del sistema, de la Pirámide quizás para sobrevivir.

Pero siempre había pensado que fuera de la Pirámide no había vida. Era lo que siempre le habían dicho en su familia, pero ¿y si ellos se equivocaban?

Ahora, mientras cubría el cuerpo de la mujer con la que había compartido la cama unos minutos atrás, empezaba a pensar que tal vez todo eso no era más que una falacia bien instalada, un relato repetido con precisión para evitar que nadie siquiera pensara en escapar. ¿cubría su cuerpo o cubría el fin de una vida?

 

La sola idea de que su visión de la vida hubiera estado equivocada, de que sus certezas fuesen ruinas maquilladas, lo carcomía por dentro. Lo agobiaba como una presión en el pecho que no cesaba, como si las paredes de su conciencia se estrecharan con cada pensamiento que intentaba empujar fuera.

 

Era tan loco pensar que el calor de esa mujer lo había atrapado durante tantas noches, como había dejado que sus emociones ocuparan su raciocinio, se había preocupado por emocionarla, engatusarla en vez de seguir sus metas de vida.

Por un momento pensó en traicionar sus metas para ascender lo bastante y legalizar su relación con Golan según los estatutos. Eso, desde luego, era lo normal en esos casos, Las relaciones eran moneda de cambio, no un privilegio sentimental, las personas se relacionaban para buscar ascensos, poder, reconocimiento, ¡no para enamorarse!, ¿qué demonios le había pasado para que permitiera eso? ¿Se había vuelto tan débil sin darse cuenta?

 

Sin embargo, se enteró por un “contacto” que ella formaba parte de una organización que buscaba acabar con los Metistas. Seguramente estaba enamorándolo para acceder al libro que guardaba en su casa, aunque eso nadie lo sabía. La existencia de ese libro solo le concernía a su familia, no estaba en la Nube. Sin embargo, la carta que había recibido Tayn, su criado, le hizo creer a su “contacto” del peligro que esa mujer podía suponer. Eso le hizo sentir traicionado, no podía perdonarse el haber sido engañado de una manera tan baja, toda su vida giraba en torno al control y a unos principios que ella quería destruir.

Ella merecía morir y Lamiere tenía que limpiar su honor, ya que si esto se sabía le expulsarían de su posición y no le quedaría otra que suicidarse.

 

No hay honor en el suicidio. No hay honor en perder tu posición. No hay manera de redimirse. No había más salida, solo la vergüenza de perder su posición, traicionar a su familia y que la familia Lamiere no llegara nunca a ser parte de los Metitas.

 

Las generaciones de su familia deshonradas por unas emociones, sintió tanta vergüenza y repugnancia de sí mismo que devolvió ahí mismo. Un líquido verde, amargo, denso, de un olor penetrantemente asqueroso que opacó el cuarto.

Sin embargo, tarde o temprano descubrirían lo que había hecho, ella a pesar de eso, era muy importante, los Estatales no tardarían en investigarle, esos cabrones no tardarían en poner sus pies en su casa y exprimir todo lo posible al pobre Tayn que sin darse cuenta contaría todo. Todas las pruebas apuntarían a él, Lamiere debía ganar tiempo mientras huía, madre mía, huía.

 

La señorita Golan era una mujer que desde que la conoció le había arrebatado la respiración, sin embargo, Lamiere tuvo que tomar la decisión más fundamental de su vida y que nada ni nadie le había preparado.

Utilizó su miembro como el arma blanca, en cierta parte el juego de palabras, morboso e inhumano le causa cierto gusto, el lenguaje le parecía algo increíble y vivo.

Para Lamiere, una persona ilustrada en Ciencias de la Comunicación e IA, el lenguaje lo era todo Gracias a este se puede controlar a las personas y su discurso.

Desde pequeño sus padres le habían incitado a seguir las viejas costumbres de la Pirámide. Una de esas enseñanzas era la de tener criados que te cuiden las posesiones, mantener la tecnología alejada de las clases bajas para evitarles el sufrimiento de no saber manejarlas y que solo los Metistas deban decidir qué es lo bueno para la Pirámide y su sociedad. Aunque también, por influencia de su abuelo, quien le crio la mayor parte del tiempo. Le gustaba lo antiguo, los coches de combustión, la música que chirriaba en los reproductores analógicos, leer con un libro físico y no consultar en la nube, pescar como un pasatiempo. Era su forma de conectar con su feliz infancia. Eso no impedía que desde joven se hubiera propuesto perseguir una carrera ascendente dentro del sistema que le permita superar a su padre para seguidamente buscar una mujer de su clase para formar una familia y repetir el modelo, con la esperanza de ser superado por su descendencia y con ello llegar alguna vez su línea de sangre a formar parte de los Metistas. El logro más grande que una familia puede alcanzar.

 

Una máxima que dirigió su vida mientras estaba aún formándose en las academias de la Pirámide era que disfrutara al máximo sus años de soltería pero que no se relacionara con las emociones al estar con los otros, las emociones eran lo primitivo del hombre, un lastre.

Las viejas ciencias de las sociedades antiguas perseguían entender y llevar a sus vidas a las emociones, pero la Pirámide y los Metistas establecieron muchos siglos atrás que esto sólo causaba desconcierto y pérdida de sentido de vida. Muchas de las asignaturas que se daban en la formación buscaban a través de estudios del cerebro, del humano y de la historia de la sociedad demostrar que las emociones no habían hecho otra cosa que “retroceder” el avance de la humanidad. “Si no hubiera sido por esas malditas emociones que dominaban a las personas, seguramente ahora estaríamos cosechando patatas en Saturno” solía mencionar siempre uno de sus maestros entre risas de amargura.

 

El único amor que una persona ha de profesar ha de ser el de formar parte del sistema, de la Pirámide. Cada uno es un bloque del conjunto, una piedra en el muro. Sin estos bloques la forma se pierde, su cometido se nubla. Cada uno formamos un todo que funciona y tiene un significado. El único amor y verdadero. Nada más parecido. Nada más puro y casto. Nada se le acerca ni lo imita.

 

Lamiere, hijo único, criado bajo la fuerte influencia de los vencedores de la última revuelta, pensaba que las clases bajas no desarrollaban un pensamiento capaz de discernir en los ámbitos más profundos, lo complejo, la verdad.

 

Cuando Tayn llegó a su casa, apenas un adolescente de 16 años, le enseñó que hacer y jamás no hacer, para ser un buen criado. Castigo-recompensa la fórmula infalible. A los 18 ya casi no cometía fallos, no era molesto, no se inmiscuía en asuntos ajenos y ni siquiera desarrolló una vida social que lo alejara de la casa. Perdió el interés en desarrollar algo más en su vida que no fuera la labor de criado fiel. Su vida se reducia a servir a Lamiere y esperar que este un día no se cansara y lo vendiera. En su 20 cumpleaños como regalo le leyó un pasaje del libro heredado de su familia. Este libro había pasado de generación en generación, un legado que cada miembro debía proteger. El libro enmarca los preceptos para la continuación de la Pirámide por el tiempo de la humanidad, creado en las primeras generaciones de Metistas.

 

Cuando Lamiere era niño, su padre se lo leía en cada cumpleaños, un pasaje por año. Su padre había sido un importante juez en la capital, durante más de 35 años había hecho cumplir la ley de la Pirámide. Durante la adolescencia de Lamiere, él y su padre debatían sobre los preceptos y su poderoso significado. En estos debates había siempre un ambiente de alabanza hacia estos, no de crítica. Sin embargo, en la madurez del padre lo abandonó de un cáncer en su cabeza. Cuando sucumbió, como le había prometido, no sintió nada. Su cuerpo fue incinerado, depositado en el árbol familiar y sus posesiones pasaron a su mano. Lo primero que hizo fue comprarse el TVR, una inversión muy estúpida pero quizás lo único pasional, hasta ahora, que hizo en toda su vida.

 

Cuando Lamiere cumplió la edad de 15 años, los preceptos de la Pirámide consideran que el hombre es capaz de tener hijos y formar su propio legado, lo cual significaba para la familia de Lamiere que su mamá fue sedada hasta la muerte para evitar complicaciones en la emancipación de su progenie. Este acto de privilegio sólo se llevaba a cabo entre las familias más ricas y nobles de la sociedad creada por los Metistas. Las clases bajas no tenían los medios para poder dar muerte de manera suave y delicada a sus seres queridos, algo reservado para los que ya se habían ganado o comprado ese derecho. Algo, que quizás un día, los Metitas consideren las clases más bajas puedan tener.

 

Mientras Lamiere decidía como desprenderse del cuerpo de la señora Golan una vez que acabara con su vida, y que haría después con su existencia, se acordó de justo este hecho. En el departamento de medicina de su lugar de trabajo seguramente habría una muestra de este compuesto y se lo podía impregnar en su miembro para que a la hora de la autopsia fuera difícil identificarle. La ventaja de esta sustancia residía en que solo afectaba a las mujeres, convenientemente ideal. Lamiere no sabía de genética, pero no era necesario en este caso. La ironía de la situación, que las emociones que despertaba esa mujer en su cuerpo la llevaría a la muerte, era precioso, se sintió un afortunado por tal ocurrencia. Lamiere sólo debía cometer ese acto, limpiar sus huellas con drones y demás asuntos, retomar su TVR a la casa y desaparecer. Lo más duro sería justo dejar su primera posesión y el libro de la familia, pero era un sacrificio por su error, en los preceptos se mantiene que los errores han de pagarse.

 

Tayn le serviría una última vez. “Un contacto”, no quiso saber ni de quien o cómo lo obtuvo. De las clases apartadas de las ciudades, que vivían del contrabando, la muerte y la caza. Fue él quien le dio una ruta de escape. La información parecía fiable, sobre todo tras la transacción: la vida de Tayn entregada para siempre, y unos terrenos al otro lado del océano. Nada quedaría escrito o subido a la nube. Nada.

Según la ley de la Pirámide, el criado pasaría al sistema de redistribución para ser adquirido por otro propietario. Mientras tanto, el resto de sus posesiones quedarían a recaudo con los Estatales hasta que se decidiera que hacer con ellas. Pero el “contacto” tenía el suficiente poder para cambiar este último aspecto y salir “misteriosamente” ganador en la venta sin competidores del criado.

 

Esa noche no hubo luna llena, todo sucedió en la oscuridad del ciclo lunar, Lamiere pensó que de su interpretación podría depender su vida y quiso ser positivo pensando que la vida le favorecía dándole oscuridad a sus intenciones. Si llovía en los siguientes días, la vida lo estaba perdonando.

 

El amor es una desviación del propósito. Solo a la Pirámide se le debe afecto, pues todo lo demás corrompe. La traición no nace de la traición, sino de la emoción mal dirigida.”

Segundo artículo del libro

 

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